Las calles de la sucursal del cielo vieron crecer a un soñador que un día y con arduo trabajo, se convertiría en uno de los referentes y exponentes del baloncesto en silla de ruedas de Colombia. Hoy, con 31 años es poseedor de una gran historia escrita con letras doradas.
Su nombre es Andrés Felipe Flórez y con 18 años en el deporte, es un estandarte de la Selección Colombia de baloncesto en silla de ruedas y se ha convertido en ejemplo para las generaciones que vienen y para todos los colombianos.
En un país en el que los niños sueñan con ser grandes futbolistas, Andrés no era la excepción, su sueño era ser arquero de fútbol y tapar en el equipo de sus amores, el América de Cali, pero una bala recibida a los 8 años se interpuso entre los guantes y él, haciendo que su ruta al éxito cambiara.
Cuatro años después de su accidente y con la determinación que lo caracteriza, el caleño llegó al deporte adaptado para enamorarse a primera vista, “yo inicié mi carrera gracias a un vecino que conocía el club deportivo Nuevos Horizontes, ahí empezó mi historia en esto, sin saber que iba a cambiar mi vida por completo”, menciona el deportista al recordar sus inicios.
Probó en baloncesto y después tenis en silla de ruedas, pero el primero lo atrapó hasta el punto de conquistar títulos a nivel nacional e internacional y ser una de las grandes figuras de Colombia en este deporte.
(También te puede interesar: Ana Cardoso, la mujer que clasificó el equipo masculino de baloncesto en silla de ruedas a Tokio 2020)
Para este atleta no cabe en su cabeza el fracaso, por esto se motiva cada día a ser mejor, pues sabe que en una mente de ganador no hay espacio para las frustraciones, “mi motivación es siempre querer ser el mejor, ayudar a mi equipo siempre a ser mejor y en mi cabeza solo está crecer, crecer y llegar a lo más alto”, dice con seguridad.
Precisamente, esa última palabra lo caracteriza, pues es un deportista seguro, que con cada cosa que dice transmite madurez y elocuencia, “uno siempre tiene que creer en uno, no pensar en tirar la toalla, nunca lo he hecho y nunca lo haré, pues mientras tenga salud, fuerzas y ánimos, siempre voy a dar todo lo que yo pueda por el deporte”.
Esa tenacidad lo llevó a Lima 2019 a consagrarse con su equipo con una medalla de bronce y un cupo a Tokio 2020, lo que para él fue motivo de orgullo, felicidad y en sus palabras, “algo indescriptible”.
Su familia es un pilar para su vida, sus padres le han inculcado esa firmeza y en donde quiera que se encuentre se acuerda de ellos, también de Juliana, su pareja, juntos son el motor para querer darlo todo en competencia.
A todas las personas a las que alguna vez se les ha cruzado una dificultad les dice que, “hay que salir adelante, un tropiezo no quiere decir que se acabó todo, a veces esos tropiezos o esas caídas sirven para aprender y hay que ser imPARAbles”, cerró el caleño.