Un goleador sin temor a los obstáculos, así es Juan David Pérez

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Juan David Pérez nació el 4 de marzo de 1996 en Bucaramanga, Santander, y creció a 17 km de allí, en un pueblo llamado Piedecuesta, donde vivió su niñez y afrontó su cambio de vida, “nací con tan solo cuatro meses y tres semanas de gestación, lo que generó que mi ojo izquierdo tuviera un desprendimiento de retina ser prematuro”, cuenta Juan David.

Los médicos pensaron que no sobreviviría, pero él, como todo un guerrero, empezó a crecer, “duré 56 días en incubadora y 12 horas en el cuarto donde están los bebés que posiblemente no logran sobrevivir”, afirma. Luego de eso, su infancia se empezó a desarrollar con normalidad según su historial médico y a sus dos años perdió la visión por el ojo izquierdo, entre sus vagos recuerdos o “memoria de pañal”, como él le llama, preserva la imagen en su mente jugando con un balón, pues “siempre me he inclinado por el fútbol”. 

Al cumplir cinco años de edad entró a estudiar en un colegio regular en Piedecuesta, donde cursó hasta tercero de primaria, teniendo visión de un 30% en su ojo derecho y asistió hasta los ocho años, luego se mudó con su familia a Barrancabermeja, un cambio de ambiente que trajo consigo más transformaciones para su vida, debido a que su ceguera empezó a desarrollarse rápidamente, al mismo tiempo que jugaba por diversión, “no cuidarme al saltar y cabecear el balón hacen que por el desprendimiento de retina la visión se me reduzca, e hizo que la disminución se diera mucho más rápida”.

Su deseo de superarse y seguir creciendo no cambiaba, por eso decidió continuar sus estudios, “quería seguir estudiando, pero no lo pudo hacer porque los colegios me cerraron las puertas, muchas de esas instituciones no sabían cómo trabajar con personas con discapacidad visual y en ese momento yo tenía baja visión”. Después de recorrer diferentes instituciones educativas, en un colegio público de Barrancabermeja le dieron la oportunidad de ingresar, pero solo pudo estudiar durante seis meses porque “la visión cada vez era menos, incluso me tocaba tener las líneas del cuaderno en color rojo para no salirme del renglón. Muchas cosas sucedieron y no seguí estudiando”, afirma Pérez. 

Su familia, al igual que él, vivió un proceso de adaptación, ya que después de esto se quedó tres años sin estudiar por el desconocimiento de las oportunidades que tiene una persona con discapacidad visual, “a los 12 años, gracias a Dios, pierdo la visión por completo. Siempre agradezco haber perdido la vista porque eso para mí fue un cambio total, por eso mi niñez está marcada en dos fases, la primera siendo una persona que ve y la fase siendo ciega total”. 

Al perder totalmente la vista, en su entorno no pensaron que tuviera muchas oportunidades, pero un día, por casualidad su hermano llega a Barrancabermeja y le cuenta que conoció a una profesora ciega en Piedecuesta, “me dice que si ella es profesora siendo ciega, yo también podría salir adelante y podría estudiar”, en ese instante decide mudarse con su hermano a vivir en Piedecuesta. Esa transición para él fue difícil, pues deja de vivir con su mamá a buscar su independencia a los 13 años. Para él fue un mundo distinto y a pesar de ser difícil, agradece vivir esto, ya que le ayudó a madurar en su preadolescencia. 

Después de ocho meses viviendo en Piedecuesta ya había aprendido el sistema de lectura Braille gracias a la profesora Doris Albarracín, además de los talleres de la escuela; luego aprendió a usar el transporte urbano solo y logró movilizarse por la ciudad, “esto fue gracias a mis hermanos, quienes en ningún momento me frenaron, sino que me veían como igual, como cualquier otro, con la diferencia de que ellos ven y yo no, pero en ningún momento me dijeron ‘usted no haga,’ por el contrario, me dieron una independencia excelente”, destaca Juan David. 

Siempre se ha destacado por ser un joven inquieto y con determinación, quien aprovechando esa independencia que sus hermanos le daban, empezó a explorar y a conocer, leía sobre economía y medio ambiente, siempre en un constante proceso de aprendizaje. 

Es así que a sus 16 años, cuatro años después de perder completamente la visión, conoció el balón sonoro, “yo no podía creer que un ciego pudiera jugar fútbol, me preguntaba ¿cómo hacen para jugar si el balón suena?, ¿será que corren con el bastón?, tenía muchas dudas”, por eso tomó la decisión de ir a entrenar y se sorprendió aún más cuando se enteró de que los arqueros veían. En ese momento inició su proceso de entrenamiento y aprendizaje, ya tenía una base ganada con el dominio del balón, los enganches y la coordinación, pues siempre he vivido fascinado por el fútbol, creo que si no pateaba un balón 3 ó 4 horas al día e iba a partidos, no era día para mí”. 

Juan comienza su entrenamiento en el deporte paralímpico, en el año 2012 con el apoyo de sus compañeros, “viajamos a Cali, en ese torneo hice cinco goles y quedamos subcampeones. Luego viajamos a Bogotá y después a Cúcuta, allí también quedé como segundo goleador y subcampeón”, y así fue demostrando que con determinación se puede lograr lo que se proponga y es por esto rechaza rotundamente el hecho de que la discapacidad sea excusa para pedir limosna.

Ese espíritu emprendedor lo ha marcado y lo ha mantenido fuerte durante todos los cambios que ha afrontado en su vida, esa misma dedicación hizo que llegara a la Selección Colombia de fútbol 5 en el 2013 y al Mundial de Tokio, Japón en 2014, evento en el que fue elegido como el jugador revelación.

En el 2016 lo convocan para hacer parte de la Liga Profesional en Brasil, “me di cuenta de que allá tienen apoyo desde los semilleros, para los niños tienen desde los Juegos Escolares hasta los paralímpicos escolares, además, los chicos tienen una bolsa de sostenimiento, no es mucho pero ayudar con lo básico que es transporte y alimentación”. 

Empezó a jugar con el equipo de Fútbol 5 de Río de Janeiro en 2016 y ese año ganan el tercer lugar en el Brasileirao en la serie A, siendo uno de los deportistas destacados de este campeonato. Actualmente hace parte del equipo Sa Padevi, de la ciudad de Campina Grande, situada en el estado brasileño de Paraiba. En su carrera futbolística ha representado la tricolor en Chile, con la selección Colombia también ha quedado como goleador de la Copa América en Chile 2017. 

Su entrega por el deporte va acompañada de motivación, quiere dar a conocer que las personas con discapacidades sí tienen oportunidades, “el hecho de que aún haya muchas personas encerradas en una casa porque la familia no conoce otras opciones me motiva a hacer un buen papel, a visibilizarme para que esas brechas de desigualdad en la sociedad desaparezcan, para que las personas con discapacidad sean incluidas en la sociedad”. 

Esa motivación hace que se prepare con más empeño, desde su mentalidad hasta su estado físico. Estar en competencia con una meta trazada y con la voluntad de lograr lo que se propone es lo que ha hecho que se destaque. 

Para Juan David es importante afrontar los obstáculos, por eso, antes de despedirse deja un mensaje a todos los seguidores del Comité Paralímpico Colombiano: “la vida está llena de retos y hay que saberlos asumir. Lo más claro que uno debe tener es que todo pasa en esta vida, tanto lo bueno como lo malo, pero no debe enfocarse en la dificultad, si no buscar soluciones”.

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