Cuando pensamos en los Juegos Paralímpicos, lo primero que se nos viene a la mente son los atletas: su fuerza, su coraje y la determinación que representan. Pero detrás de cada sonrisa, de cada logro y de cada evento bien organizado, hay un ejército de héroes invisibles que hacen posible que todo funcione. En los Juegos Paralímpicos de París 2024, esos héroes fueron los voluntarios.

Imaginen esto: más de 5.000 voluntarios dedicaron su tiempo y esfuerzo para que los Juegos fueran un éxito. No se trata solo de estar ahí por amor al deporte o a los atletas, sino de una entrega genuina y silenciosa. Desde muy temprano en la mañana, hasta altas horas de la noche, estos voluntarios estaban allí, listos para lo que fuera necesario. Su tarea no fue fácil, y mucho menos fue visible. Pero ellos sabían que cada pequeño esfuerzo, cada sonrisa, cada paso que daban, ayudaba a crear momentos inolvidables para los atletas y el público.

Convertirse en voluntario en París 2024 no fue algo que se decidiera de un día para otro. Hubo más de 90.000 solicitudes de personas que querían vivir esta experiencia única. El proceso de selección fue largo, pero para aquellos que lo lograron, fue un sueño hecho realidad.

La formación que recibieron no se trató solo de aprender a coordinar eventos o manejar a las multitudes. Fue un proceso profundo de aprendizaje sobre la empatía, la accesibilidad y las necesidades específicas de los atletas paralímpicos. Porque ser voluntario en estos Juegos significaba mucho más que cumplir una tarea; significaba ser una parte esencial del espíritu de inclusión y determinación que caracteriza al movimiento paralímpico.

Uno de los momentos más emocionantes para los voluntarios fue recibir sus uniformes. Este es un símbolo de su pertenencia a algo mucho más grande que ellos mismos. Los uniformes estaban diseñados para ser funcionales y para representar el orgullo de formar parte de un evento de esta magnitud. Cuando se los pusieron por primera vez, sabían que, aunque su trabajo fuera detrás de cámaras, su impacto sería gigantesco.

Caminar por la Villa Paralímpica o asistir a un evento en los estadios era toparse con un mar de voluntarios, cada uno dispuesto a ayudar, a orientar, a resolver cualquier duda o inconveniente. No importaba el rol que tuvieran asignado, todos compartían la misma misión: hacer que los atletas, las delegaciones y los espectadores se sintieran bienvenidos y apoyados en todo momento.

Los voluntarios no solo cumplían con sus deberes. Iban más allá. Cada día creaban pequeñas conexiones humanas que hicieron de estos Juegos algo especial. Para un atleta nervioso antes de competir, un simple “todo va a salir bien” de parte de un voluntario podía marcar la diferencia. Para un espectador que llegaba perdido, una sonrisa y una orientación amable eran suficientes para hacerle sentir parte del evento.

Ser voluntario en los Juegos Paralímpicos de París 2024 no fue solo una experiencia temporal. Para muchos, fue un punto de inflexión en sus vidas. Formar parte de algo tan grande, tan lleno de humanidad y propósito, les cambió la manera de ver el mundo. Aprendieron que la verdadera grandeza no está en los reflectores, sino en los pequeños actos de servicio y dedicación.

Muchos de ellos continuarán su camino involucrándose en futuros eventos, llevando consigo el legado de estos Juegos y el espíritu paralímpico.

Sin ellos, los Juegos no hubieran sido posibles. Fueron los héroes invisibles que, con cada gesto, con cada esfuerzo, lograron que estos fueran unos Juegos inolvidables. Así que cuando recordemos las historias de triunfo y superación de París 2024, también deberíamos recordar a esos miles de voluntarios que, con el corazón en la mano, hicieron posible que todo ocurriera.